viernes, 12 de diciembre de 2008

El Mago

Háblenme montes y valles,
grítenme piedras del campo…

El Mago

Caminaba el hombre aquel, con la caja negra entre sus manos. Andaba por el mundo, como el viento que corre sin rumbo las mañanas de un domingo cualquiera.
A ese hombre lo conocí hace ya mucho tiempo. Era el mago que jamás me dejó mirar más adentro. Porque todo él fue un enigma, en aquellos días de coraje y de bravura.
Fue un ladrón de luz. Un paria que jamás devoró por completo la inmensidad de la luna… porque nunca hubo noche entera para él.
Cierto día, caminábamos bajo la espesura del alba. Él, con los ojos negros, no dejaba de mirar las sombras que escurrían de entre los magueyes.
Habló largo rato, sin dejar de mirar aquellas figuras. Llegamos temprano, antes de que el sol se posara sobre nosotros.
Frente a un viejo almendro, me dijo: hemos llegado, esta es la Casa de las Langostas. Se desnudó y entró, para estar largo rato en esa oscuridad profunda.
Yo esperé con paciencia, escudriñando la tierra y las hojas secas. Llegada la noche se escuchó un gemido y el mago salió.
Cubierto de aguamiel, cargaba entre sus manos un gran corazón que palpitaba y escurría sangre tibia.
Yo le pregunté qué había hecho.
Y él, acercando aquel extraño despojo, me lo ofreció diciendo: come, que yo lo hice ya, pero tengo miedo de acabar con esto.
Le hice caso y cuando satisfecho levanté la mirada, él ya se había ido…desde entonces, hay quien asegura oírlo caminar antes de que muera el día, en busca de mujeres o luciérnagas, que le hagan menos pesada su vida.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Vigilia

Esta noche me desvelaré por culpa de tu cuerpo,
para escurrir mí aliento entre las sábanas.

Y cuando esté cerca,
sembraré en cada poro un almendro y tres ciruelos.
Para que llegado el día me sientas dentro…

Y así cada noche,
hasta que logrés contemplarte en el fondo de mi silencio.

domingo, 5 de octubre de 2008

Dios con nosotros

Te llevaste mi aliento antes del medio día,
con la ayuda de cinco sirenas blancas
y cuatrocientos caballos de piel azul.

Enjuagaste los bosques de mi boca con un beso lento,
fresco como la mañana que merodeó todo el día...
Entonces, decidí no dormir,
surcar las calles con mi cuerpo a cuestas,
escribirle al aire,
perderme en el origen de mis días,
para golpear el alba con la fuerza de mi cansancio.
Decidí no morir sobre mi cama,
para robarle al sol todas sus ganas.
Busqué redimirme para no pensar que no estás todo el día.
Encontré debajo de mis libros un par de rosas frescas,
y las sembré en tu boca.
Y pensé que después de todo, eres tu y no yo,
quien dibuja el curso de los vientos.
Con esa tibieza hermosa de tu cuerpo de canela y miel.
Sé que somos ese gemido que se le escapa a Dios cuando está dormido.
Sé que las noches después de hoy, no serán más que un lienzo
donde jugaremos a ser amantes,

piedras,
lobos,
caminos sin retorno...
un par de locos que se niegan a dejar el paraje de lo nocturno,
para no morir a su regreso.


Te robaste mi aliento,
y no dejaré que me lo entregues,
hasta que desnudos asesinemos la luna,
para llevarle flores

y morir en ella.